Vivo en un departamento de techos muy altos y columnas torneadas. Es grande y hermoso, con una escalera de mármol que lleva a la habitación. Es un edificio antiguo. Tengo un montón de vecinos jueces, abogados, escribanos y etcéteras, y están tirando a la calle un montón de sillones viejos, con algunas roturas en el tapizado. Me encantan. Me los voy a quedar a todos.
Mis hermanas y mi primo Leo que vino de Rosario me están ayudando con la pseudo-mudanza. Los vamos entrando de a poco porque son un montón y pesan mucho. Hace un rato vino un tipo, con un camión con el fileteado del Ejército de Salvación, y se quería llevar el del tapizado verde que es igual al de mi profe Nikkei. Como no le creí que sea del EDS empezamos a discutir y le dije que no se lo puede llevar, porque es mío. La tuve que llamar a mi mamá para que le diga que esta reservado para mi. Entonces se fue por fin. Ahora necesito una mochila para que Vir lleve los CD´s porque pesan menos.
Antes de irnos, miramos tele y le avisamos a mi mamá que la casa quedó impecable, excepto por el comedor que está lleno de botellas de birra vacías y colillas de pucho en los ceniceros. Salgo de la casa sola. Camino por Rivadavia desierta, hacia el lado de Av. La plata. Anochece. En una esquina un linyera me agarra del brazo y me empuja hacia un rincón tan oscuro que apenas si veo. El linyera me dijo que si quiero zafar, me quede quieta. Me muero de miedo. Hasta que diviso en el mismo rincón a un nene de unos 2 años, rubio, un querubín. Ya pasó el peligro y el linyera me explica que en ese barrio hay mucha gente deformada a la que todos le temen, pero que son gente buena. Me deja bien en claro que los bándalos son los adolescentes.
Enfrente del recoveco donde me encuentro hay un supermercado “Leader Price”. Son las 20.30 hs mas o menos y los empleados terminan su jornada. Son todos adolescentes cual Hight School Musical pero con chombas verdes. Se acercan a nosotros bailando Thriller, de Michael Jackson y empiezo a luchar con ellos. Sin darme cuenta, mi cuerpo se mimetiza con el de los linyeras a mi alrededor y me es muy difícil moverme, me canso mucho… Estoy agotada y ya les empiezo a pegar con un trapo sucio que tiene marcadas dos huellitas negras, que dejó el bebé que estaba a mi lado.Les pego en la cara y me río, porque son todos ex compañeros del Sopeña, de todos los cursos, pero siguen igual, así de pendejos. Jajajajajajaaja, a uno lo levanté de la cintura y voló por el aire. Cayó del otro lado de la góndola de los productos de limpieza!
Hago esto desde la entrada de un shopping que ya visité antes pero no recuerdo su nombre. La forma edilicia es circular. Abajo hay negocios de ropa de fiesta, zapaterías, puestos de flores y pañuelos. En el medio una escalera caracol mecánica que lleva a los cines. Termina la batalla con los adolescentes y procedo a retirarme, no sin antes saludar a mis amigos los linyeras deformes, quienes me recomiendan que tenga cuidado. Doy la vuelta y me choco con un hombre. Le pido disculpas y cuando lo miro, me asusto, me dá mucha impresión su aspecto de cíclope-reptil: tenía la piel color marrón, o verde, o mostaza, algo así y se parecía mucho a Claudio, el orco limpiaparabrisas, pero con un solo ojo enorme y los brazos un poco mas cortos, pero como si el antebrazo estuviera pegado al brazo, y las manos le quedaban sueltas arriba a la altura de los hombros. Camina con dificultad, parece que se paspó. Trato de templar mi miedo para que el pobre hombre no se sienta mal.
Me contó que se llama Palonio y que va al almacén a comprar birras. Lo ayudo con la puerta, él entra y yo sigo. Entro al negocio de al lado, que tiene rejas rojas, a pedir cambio. Siento mi cuerpo torpe, como si se hubiera mimetizado con Palonio esta vez.
Cuando me doy vuelta para salir, Palonio está atrás mío. Otra vez me asusto, pero me hago la boluda y le digo: “No había birras al lado? Acá creo que tienen. Nos vemos, Palo!”. Y me voy caminando rápido.
Estoy yendo a lo de Leti. Me acuerdo que la Enana Castro me dijo que, de Boedo para un lado era peligroso y para el otro lado no.
A medida que me alejo, mi cuerpo vuelve a la normalidad, y disfruto de la metamorfosis. Llegué a Boedo, y antes de cruzar la calle, veo enfrente un carrito de cartoneros. Estiro la visión y los identifico en la esquina siguiente, cruzando el puente que salta las vías del tren. Me reflota en la cabeza que tengo en el bolso la plata que me prestó Roochita, las tarjetas de créditos y el celular; entonces me vuelvo sobre mis fucking pisadas.
De enfrente y en diagonal hacia mi, viene un chico que parece el hijo no reconocido de Pablo Lescano, con una rama de un árbol en la mano. La golpea contra la otra cantando “Palo, palo, palo” (al ritmo de “Palo, palo, palo, palo, palito, palo, e”, pero llegando solamente a los primeros 3 palos). De frente, por la misma cuadra sobre la que camino, viene Damo, el amigo de Pablo, vestido con un enterito de jean azul. Entre los dos, me acorralan. Me siguen cantando la canción de “Palo, palo, palo” y me acuerdo de Palonio… Era deforme, pero buena onda.
Damo me dice: “No entendés lo que es PALO?”.
Busco escape, y veo enfrente una fonda en una esquina. En la puerta hay una camioneta 4×4 negra, y en el asiento del acompañante una mujer que canta. Le grito: “Señora!!! Señora!!!”, para que reaccione y me ayude, pero ella tiene la música muy fuerte y los vidrios cerrados. Sigo gritando: “Señora!!! Señora!!!” y el hijo de Pablo Lescano advierte: “No sirve de nada”, y los dos me hacen burla y me dicen a coro: “Signora!!! Signora!!!” (como decía Juan Carlos Tellez allá por el verano del 2003/2004). Se ríen como dos hijos de puta.
Ya están lo suficientemente cerca de mí para tomarme del brazo, uno de cada lado. Entonces, los tres cantamos el tema “Señora de las 4 décadas”, haciendo con los pies el pasito de Ritmo de la Noche, el de “Gomazo súbete, muévete, pum para arriba y otra vez”…