Soñé que estaba embarazada. Le cuento a Sergio y se pone re contento. Pero yo no sé quién es el padre. «Cómo que no sabés?». Y no, porque no sé si estoy en la dimensión correcta. Es decir, yo vengo viajando por varias dimensiones y no sé si ésta es la mía. «Yo me hago cargo, si querés». No, gracias, tengo que ir a buscar al padre.
Estoy buscando el portal, y es como en un lavadero de una casa. Empiezo con trabajo de parto y estoy sola. Aparece mi mamá y me ayuda a parir en cuclillas. Veo el piso y hay un coágulo gigante y mucha sangre violeta. Sigo haciendo fuerza pero el pibe no sale. Miro el piso y ese coágulo era el pibe. Lo levanto; tiene el encéfalo enorme, un hombro dislocado según diagnóstico de mi madre, y en vez de pies, unas aletas. Tiene la cara toda morada, no respira. Pienso en que quizás sea mejor que muera, porque es deforme. Sin embargo, le hago unos masajes de reanimación con mis pulgares y de repente se pone rosado y respira. Me lo apoyo en el pecho y me sale un calorcito de amor.
Me voy de nuevo a buscar el portal y me encuentro con Sarah Connor. «Yo te voy a ayudar». Claro! Ella sabe de viajar entre dimensiones!
Después de mucho tiempo, vuelvo a donde dejé a mi hijo, que ya es adolescente. Lo veo desde lejos con sus amigos. Camina raro, usa bastón. Su rostro es bello, anguloso. Rulos rubios. Lleva un vestido de lentejuelas nacaradas, ajustadísimo hasta las rodillas, y luego una cola amplia. Tiene unas hombreras puntiagudas tipo Klaus Nomi, para disimular el trauma de su hombro. Lo observo desde lejos y lloro de orgullo pensando en que mi hijo es una drag.