Me levanto de la cama, y tengo el pié derecho lleno de ampollas, como si me hubiese quemado. Una de las ampollas que tengo por arriba del tobillo se me reventó y dejó salir una bolsita transparente del tamaño de una mandarina. Adentro de la bolsita, había un montón de cosas chiquititas que parecían semillitas negras. El otro pié lo tengo un poco transparente también pero no se ve nada. Le quiero mostrar a mi mamá, y cuando voy a buscar la bolsita, ya es del tamaño de un plato casi. La apoyo sobre un mármol y parece no tener nada adentro pero cuando la muevo un poco, se ven unos gusanitos que crecen a mini pececitos tropicales. Un gusanito se escapa de la bolsa y se convierte en un pez muy bonito, que vive aunque no está en el agua. Va moviéndose por el mármol y se come una pluma como si fuera un fideo, y se convierte en un perrito: un caniche blanco con manchitas azules que parecen nubes. Telepáticamente me dice su nombre, y como que se quiere abalanzar sobre mí, pero lo empujo suavemente con un balde. Linda me dice “Qué lindo”. Le pregunto «Lo querés?», Me dice que se lo lleva. «Al perro o al balde?». Al balde.