Estoy bajando por unas piedras con mí familia, mí tía Pochi, Fede y Leti. Mientras pasamos de una piedra a otra, hay un animal que se vuelve loco y nos quiere atacar. Pero no loco salvaje, sino loco zombie. Fede no lo logra, los demás seguimos pero mientras trepamos, todo vuelve a empezar. Parece que tampoco lo logramos. Esta vez lo hacemos diferente y logramos escalar.
Mirando por arriba de una medianera, con cautela, tratamos de decidir a dónde ir. Fernanda me dice «Prestá atención por si volvemos a empezar. Mirá, Diego Diego saliendo en bolas de la casa de un vecino». Nos metemos a un kiosko abandonado, y lo atendemos para disimular, pero la gente está en cualquiera, como poseídos bailan en la calle, toman birra y lo que venga, se drogan con lo que venga. Se empiezan a meter en el local, que es también una casa, y disimuladamente y no tanto, se llevan cosas. Trato de frenarlos, pero uno en el enojo, revienta una botella en la vereda y los vidrios estallados me cortan. Le grito y el tipo me salpica con su sangre. Yo le digo que cuando no me vea, me voy a pasar la sangre por las tetas, se lo digo a modo de ofensa, pero él se ríe y me doy cuenta de que no salió cómo esperaba. Más enojada, lo echo.
Entro a ver cuánta birra queda y resulta que en la casa hay gente, impunemente, rancheando. Me quiero encanutar una birra, pero uno parecido a Ryan Reynolds me ve y forcejeamos. Termino negociando que la tomemos juntos luego. En una habitación hay un perrito que ya es zombie. Lo dejo encerrado. En otra hay un pájaro, creo que lo puedo dominar porque no vuela. Lo intento aplastar contra la pared y es como de porcelana, la cara es como de niña, y la aplasto hasta partes muy pequeñas. Todo vuelve a empezar.
Voy a un edificio y tomo té con Marcela, me muestra un librito de cuentos que tiene un mecanismo que está roto. Se meten dos tipos a la casa y preguntan si se puede fumar, decimos que no, y se van al balcón. Marcela y yo nos miramos, indignadas. Los voy a buscar y les digo que no se puede fumar en el balcón tampoco y que se vayan. Dos cacos, se van, bardeándonos. Le digo a Marcela «Sabés la que se viene, no?» y ella me dice «Si, la dictadura». Y yo me refería a los zombies.