23 de febrero de 2011

De compras, con mi abuela y mi mamá, en una feria magnánima. Un puesto al lado del otro, amplia gama de variedades. Cualquier cosa se puede encontrar ahí, solo es cuestión de caminar.
Me encuentro con una conocida, y nos acompaña en el recorrido. Compramos unos brochettes de pollo rebozado, riquísimos.
Las señoras se atrasan en la pescadería, nosotras paramos a esperarlas en el stand de masajes «Panda Relax». Tomo un turno, pero «la conocida» interrumpe y lame mis pies. Me calienta, y me meto la mano en la bombacha. Ella parecía tener buen culo, pero la toco sobre el jean y descubro que es más bien pequeño y blando. Aparece mi mamá entre la multitud pero se hace la que no nos ve y sigue de largo.
La despido y alcanzo a mi familia.
Al rato, lo encuentro a Evaristo y nos abrazamos con nostalgia.
– Hey! Te re extraño, pendejo. Cómo está tu vida? Los chicos en que andan?
Hablamos de El Chiqui pero nunca me dice los motivos de su distancia. Me pongo a llorar y él me abraza.
Otra vez, oportuna, aparece mi vieja. Enojada, me llama por mi nombre completo (el cual es larguísimo). Le hago un fakiu y vuelvo hacia Eva, que está todo transpirado, con el pelo pegado a la cara, que ahora es la de Casper cuando vuelve a ser humano.
– Qué significa eso, chico?? Mirá lo que lográs!! Te desconozco…

Bárchufla
Bárchufla

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