Vuelvo de una fiesta rockabilly con unas amigas. Estamos perdiendo el efecto de las drogas y el alcohol, todavía risueñas y un poco tambaleantes. Estoy vestida como Cara-Matona de Cry Baby en la escena que intenta rescatar de la prisión al protagonista: enterito negro ajustado con hombros descubiertos y un pañuelo en la cabeza que solo deja ver la cara. Acompañan el atuendo unos zapatos de plataforma negros, un chaleco de cuero cortito y un reloj muy brillante.
Caminamos por Maza y vemos a lo lejos unos especímenes simil Drapes (también de Cry Baby). Los cruzamos a la altura de Don Bosco. Los miro de reojo haciéndome la interesante pero vuelvo la cabeza inmediatamente al ver que uno de ellos es mi ídolo, el amor de mi vida, mi actor predilecto, mi fetiche, mi adorado… Guillermo Francella. Sin pensarlo le digo: – Guille sos vos? -.
Él, no me responde. Sólo se abalanza sobre mi y me abraza con fuerza. Nos fundimos en un beso apasionado frotando nuestros cuerpos como si nuestro destino estuviera marcado a fuego. Simultáneamente nos despegamos uno del otro, y el viento y los amigos nos van alejando, envolviéndonos en una bruma tibia, tranquila y felíz. Mis amigas me suben inconsciente por el ascensor. Leti, sin ver mi cara de idiota enamorada, me dice: – Ponete YA crema en la cara que te quedó toda enrojecida -.
Cuando entro al departamento, veo una pecera redonda, llena de peces de colores y en el vidrio escrito con fibrón indeleble, un número. SU número.