Vamos a un restaurante, a comer la familia numerosa. Algo pasa, hay que investigar. Un par vamos a un bosque, y le damos un beso a una oruga verde y gorda para que nos de poderes. Nos derrite y nos hace ver momentos anteriores.
Estoy en una oficina, quizás una escuela. La secretaria está en la puerta, en la vereda, y a modo de escritorio tiene un atril. A veces, cuando no tiene nada que hacer, hace bolitas de papel celestes y blancas y las pega abajo del atril. Le pido que me escanee unas cosas y me dice que son formularios que ya los tiene escaneados, me los va a mandar por mail. Me cuenta que en la Puerta del Príncipe (como quien le llama a un monumento) hay alguien viviendo. Quiere contarle a los demás para ir a ver a la persona que vive ahí. Yo vuelvo a una casona vieja pero refaccionada, dónde vivo. Entro y están dos personas que son mujeres, una es mí suegra. Yo soy hombre. Entro y digo algo que desata poderes demoníacos en ambas. Yo sabía que en algún momento iba a pasar… Me refugio atrás de una puerta pero no voy a poder aguantar mucho. La puerta tiene unos vidrios, ellas me ven cualquier movimiento. Yo las veo enfurecidas, con la cara roja endiablada, echando humo por la nariz. Estoy en el piso, haciendo de tope a la puerta con mi cuerpo. De su lado es un hall enorme, de mí lado es un pasillo. Muy cerca hay una puerta lateral, entreabierta, por la que puedo escapar hacía la galería que es al aire libre. Pero no voy a llegar a correr ni a saltar, porque en la medianera hay culos de botellas. Tengo que encontrar la manera de llamar a mi mujer, a Barchu, para que venga a frenarlas, a desactivar el modo diablo.