En el asiento trasero de un auto nuevo, estoy vestida de ejecutiva. Sentada en el medio, asomando la cabeza entre los asientos, intento hablar con Michael y Jan. Veo la escena desde la luneta del auto. Ellos tienen bastante dificultad para el español y apenas les entiendo, gracias a las letras blancas que cambian en mi espalda.
Para sacar charla, les cuento que me encanta decir todas las variantes de la palabra «FUCK», con distintos fines. Pasados quince minutos de intentar explicarme una acepción de la definición, y yo sin poder entender nada, se aburrieron de mi y siguieron su conversación entre ellos, en inglés.
Entonces, los subtítulos desaparecieron.