Estoy en una clase, en unas gradas. Riéndome con un compañero que es mi novio. Mi compañero levanta la mano y agrega a la clase una teoría sobre el destino de los hindúes. Veo que mira de reojo a ver si hay algún hindú que se pudiera ofender con su teoría y me río sola en nuestra complicidad. Otro compañero de levanta y dice que él es descendiente de incas. Se acerca a un fichero y busca un papel que le regala al profesor, un recuerdo del altiplano. Pero el pibe se comporta extraño, como siniestro.
Ahora hay una fiesta, y es como un cine, hay alfombra en el piso. Nos tiramos atrás de todo y nos acordamos que hoy cumplimos años juntos, no sé cuántos. Ese primer día había sido 25 de diciembre. Me lo acuerdo porque yo venía de lo de mamá, él me invitó a una fiesta y fuimos. Me doy cuenta que es colombiano y que nunca pensé que me iba a enamorar de alguien con acento caribeño.
Recordamos ese día, nos reímos de nuestra inocencia. Le digo «Ese día me contaste de tu compañero inca y me habías dicho que era medio siniestro el pibe». Me contesta «Shhh! Que debe andar cerca… Hay que tener cuidado». También me acuerdo que estaba perseguido porque se había enterado que los Illya Kuryaki habían matado sin querer a alguien en un ritual de una secta, y me lo había contado y tenía miedo que nos vengan a buscar si se enteraban que lo sabíamos. Pero era una creepypasta y ya nos podíamos reír de eso también.